De acuerdo con los
relatos de san Atanasio y de san Jerónimo, popularizados en La leyenda dorada
del dominico genovés Santiago de la Vorágine en el siglo XIII, Antonio fue
reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san
Antonio se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana, representado
por numerosos pintores de importancia.
Su fama de hombre
santo y austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo
de ermitaños junto a Pispir y otro en Arsínoe. Por ello, se le considera el
fundador de la tradición monacal cristiana. Sin embargo, y pese al atractivo
que su carisma ejercía, nunca optó por la vida en comunidad y se retiró al
monte Colzim, cerca del Mar Rojo, en absoluta soledad. Abandonó su retiro en
311 para visitar Alejandría y predicar contra el arrianismo .
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